A la espera de que alguno de los miles de científicos que estudian el Alzheimer descifre el enigma de una enfermedad que destruye poco a poco el cerebro, cada vez son más los investigadores que insisten en la importancia de la prevención.
Varios estudios publicados este año confirman la máxima de 'mente sana en cuerpo sano', al señalar que una dieta equilibrada y el ejercicio regular ayudan a mantener la forma física y mental.Los resultados de una investigación de la Universidad de Columbia, en Nueva York, divulgados en octubre muestran que el riesgo de Alzheimer disminuye en los pacientes que siguen una 'dieta mediterránea', rica en verduras, frutas, pescado y aceite de oliva.Los antioxidantes presentes en el té verde ayudaron también a prevenir el daño ocasionado por el Alzheimer en el cerebro de ratones, según estudios realizados en los últimos años por la Universidad del Sur de Florida.
Otra investigación del centro Group Health Cooperative de Seattle establece también un vínculo entre el estilo de vida y el mal de Alzheimer, una dolencia para la que no existe cura.La institución sin ánimo de lucro dio a conocer a principios de este año los resultados de un experimento con 1.700 pacientes de edad avanzada.
Tras seguirlos durante seis años, los expertos concluyeron que los pacientes que realizan ejercicio regular tienen entre un 30 y un 40 por ciento menos riesgo de demencia, un proceso degenerativo que afecta a unos 28 millones de personas en el mundo y cuya manifestación más común es el Alzheimer.
Expertos como Gary Small, director del Centro sobre el Envejecimiento de la Universidad Californiana de Los Angeles (UCLA), recomiendan también el 'deporte intelectual', que incluye ejercicios de memorización y lógica.Las estadísticas muestran que aquellos que se mantienen activos mentalmente y disfrutan de un mayor nivel de educación tienen una menor incidencia de Alzheimer.Además del ejercicio y la dieta, un número creciente de investigaciones científicas señala que la capacidad para lidiar con el estrés ayuda también a explicar la diferencia entre los que envejecen bien y los que no.
Rasgos de la personalidad como el optimismo, la capacidad para adaptarse y el interés en probar cosas nuevas también parecen estar relacionados con una mejor vejez.
Ese nexo queda patente en el 'Estudio de las monjas', que fundó la Universidad de Kentucky y que durante tres décadas ha investigado a religiosas de distintas partes de EEUU.Los investigadores descubrieron que las monjas que vivieron más, envejecieron mejor y sufrieron menos demencias fueron aquellas con la actitud más positiva en sus autobiografías.Al capítulo de la prevención se suma el del diagnóstico.
Lee Goldstein, del Hospital de Mujeres Brigham de Boston, es uno de los que ha trabajado en el diagnóstico de la enfermedad al contribuir a desarrollar una prueba experimental capaz de detectar la presencia de proteína beta amiloide en los ojos.
La acumulación excesiva de esa proteína en el cerebro es una de las manifestaciones físicas del Alzheimer y hace que se pierda la conexión entre las células y que muchas de ellas mueran.
Su presencia en el cerebro es difícil de visualizar en vida del paciente, de ahí la importancia de diagnósticos alternativos.Goldstein insiste en que el detectar pronto la enfermedad es clave para tratar de aplazar el deterioro que esta produce.Ese diagnóstico podría ser posible en el futuro próximo mediante análisis de sangre, piel y determinados químicos cerebrales, así como a través de test oculares.Por lo demás, cuando los síntomas de pérdida grave de memoria son ya evidentes, los médicos son capaces de diagnosticar la enfermedad con un 90 por ciento de acierto a través de análisis físicos, psiquiátricos y neurológicos.
Uno de los indicadores más fiables para determinar que una persona sufre un alto riesgo de sufrir Alzheimer es la presencia del gen conocido como apoliproteína E4, que protege las células cerebrales y está gobernador por los genes E2, E3 y E4.El heredar la versión E4 del gen de uno de los padres multiplica por tres las posibilidades de sufrir Alzheimer. Si se hereda de los dos padres las probabilidades se multiplican por cuatro.
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