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martes, 27 de julio de 2010

Vivir la ciudad a los 80

El aumento de la población mayor requiere un entorno más accesible y seguro

En algunos cruces de las calles más concurridas de Nueva York, los peatones pueden reducir un poco el paso. Los semáforos han sido reajustados, según explicaba la semana pasada The New York Times, para que intersecciones como la de Broadway con la 72 se crucen en un tiempo máximo de 33 segundos, cuatro más que antes. La diferencia no es baladí. Han adoptado esta modificación en la duración de los semáforos para adaptarse a unos ciudadanos cada vez más numerosos, los de mayor edad. 

El mundo industrializado ha comenzado a aceptar que su población está envejeciendo con rapidez. Un proceso del que no se escapa España. Todas las estimaciones demográficas coinciden en vaticinar un fuerte incremento de los mayores de 65 años y, sobre todo, en un segmento hasta ahora bastante minoritario como los que están por encima de los 80. En las próximas cuatro décadas se calcula que la población española de octogenarios, nonagenarios y centenarios se multiplicará por tres, al pasar de dos millones a los seis millones.

La cuarta edad es una población en crecimiento (en el 2050 significará más del 10% de todos los residentes en España) y con unas necesidades específicas que atender. Los expertos consultados hablan, de partida, de un colectivo caracterizado por la fragilidad: aunque parte de la gente llega a los 80 años con altos niveles de autonomía –explican–, hay que tener presente su alta prevalencia de enfermedades incapacitantes, ya que a esa edad cualquier patología puede derivar en una situación de dependencia.

Si se consigue mantener en las mejores condiciones el jarrón chino que representa la generación que supera los 80, además del beneficio individual indudable que supone conservar una calidad de vida razonable, se está contribuyendo a evitar hacer frente a una factura social que podría adquirir dimensiones económicas inasumibles.

Obviamente, el sistema sanitario necesita adaptarse a la demanda de las personas mayores, un grupo de edad que copa buena parte de los recursos, y fomentar la prevención. El geriatra Jaime Rodríguez Salazar recuerda que a edades tan avanzadas la conjunción de dos o más enfermedades crónicas es muy alta, lo que contribuye a convertirlos en usuarios de "continuos" ingresos hospitalarios. Estos pacientes pluripatológicos forman parte de ese 5% de ciudadanos que genera más del 40% del gasto sanitario. "Tenemos un importante retraso frente al cambio que se ha ido produciendo en Estados Unidos y otros países europeos. Faltan hospitales y centros de apoyo para la recuperación y rehabilitación funcional de los mayores. No sólo hay que atender una fractura de cadera, sino lograr que el paciente pueda volver a casa andando", defiende el vicesecretario de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG),

En paralelo, la población de mayor edad está experimentando un cambio en sus valores. "En las últimas décadas, vivir solo se ha consolidado como un derecho, una opción de vida. Existe una tendencia a querer quedarse en casa el mayor tiempo posible. Hasta hace un tiempo, cuando alguien enviudaba, parecía que la única salida era dejar su hogar y vivir con los hijos u otro pariente cercano", explica la psicóloga María Dolores Ortiz.

Para los profesionales que tratan con este colectivo, el mayor peligro reside en el aislamiento, acentuado por su creciente vulnerabilidad física y la desaparición progresiva de su red de apoyo (los amigos y buena parte de la familia, si disponen de ella).

¿Cómo se consigue fomentar un envejecimiento activo y sustentado en las relaciones sociales? Mejorando, sin duda, la seguridad y la accesibilidad del entorno. Para ello, expertos e instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) se decantan por repensar el diseño de las ciudades y de los servicios. Desde el imprescindible ascensor hasta la escalera bien iluminada en los edificios donde viven, pasando por combatir la sensación de agresividad que trasmiten el tráfico o cada semáforo parpadeante. Esta revisión ha de llegar también a otros muchos aspectos de la vida cotidiana como, por ejemplo, el tamaño de la letra en las cartas de los organismos públicos o la configuración de los cajeros automáticos.

"Hay que planificar entornos pensados para acoger efectivamente a las personas mayores, sin barreras arquitectónicas. Una ciudad adaptada e integrada a ellas, con una convivencia intergeneracional. Los planes urbanísticos deben tener en cuenta la accesibilidad a los espacios públicos, mediante la adecuación de recorridos peatonales, así como la existencia de un buen diseño mobiliario urbano y de un transporte accesible, para que los adultos mayores puedan seguir integrados en las comunidades sin riesgos, realizando con autonomía sus actividades", insiste María Crespo, asistente social experta en la atención a los mayores. "Debemos diseñar tomando como base las capacidades de cada grupo, con lo que pueden y no con lo que no pueden hacer".

La revisión de los servicios sociales también es imprescindible. Sin olvidar el impulso dado con la ley de Dependencia, Ortiz reclama "un mayor esfuerzo para ofrecer a este colectivo en crecimiento servicios de proximidad y asistencia rápida, desde la ayuda a domicilio hasta los centros de día o los pisos tutelados".

Además de más adaptados, el entorno ha de ser mucho más seguro. Hace apenas unos días, el Ministerio del Interior anunció un plan de prevención y mejora de la seguridad de las personas mayores. Dicho programa plantea medidas dirigidas a los que superan los 65 años para mejorar la información sobre los riesgos de seguridad que les afectan, los medios de los que disponen y la confianza en las fuerzas de seguridad. Entre los objetivos de Interior destaca la prevención del maltrato, hurtos y robos, así como estafas y el uso fraudulento de sus propiedades.

Fuente: lavanguardia.es

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